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En Puerto Rico, cuando tenía 5 años yo jugaba a ser maestra en la marquesina de la casa de mis abuelos. Para ese tiempo mi abuelo era Contratista y trabajaba remodelando escuelas. Un día llegó a la casa con una pizarra verde las que se usaban antes, que tenías que escribir con tiza y decidió ubicarla en la marquesina que era por cierto mi salón de clases. Esta marquesina estaba totalmente abierta, el que pasaba me veía en plena acción, dándole clases a mis estudiantes que eran las plantas de mi abuela y los tiestos (donde sembramos las plantas) eran los pupitres de mis estudiantes. Yo era una maestra en todo el sentido de la palabra, imagínate llegaba todas las tardes de la escuela a darle clases a mis estudiantes. Tenía libros, un Registro de Asistencia y donde ponía las calificaciones, les preparaba exámenes, pruebas cortas y me reunía con los padres que por supuesto, le ponía nombre a cada uno de ellos y lo más gracioso es que eran invisibles. Yo era una maestra muy “chic” y rebelde en esos tiempos, por que usaba pantalones cortos y los tacones de mi madre que me quedaban sumamente grandes y por supuesto me pintaba los labios la mayoría de las veces color rojo. Algo que era muy particular, en la semana pasaba un señor en su guagua a vender verduras y por su altoparlante decía: Vendo plátanos verdes maduros, vendo batatas, vendo yautías… “carcajadas” y yo recuerdo que les decía a mis estudiantes que teníamos que guardar silencio mientras pasaba el señor de las verduras que, por cierto, parecía una eternidad por que él iba bien lento por si alguien lo paraba. Como era el caso de mi abuela. Pero, por si fuera poco, también pasaba el señor que vendía Mantecados y tenía una grabación que decía Mantecados de vainilla, chocolate, y mucho más. A medida que se alejaban entonces yo podía continuar con mi clase.

Ahora bien, a mis 18 años todavía estaba enseñando en la casa de mi abuela, pero ahora te preguntaras ¿Dónde? “Jajaja” en el “Laundry”. Donde la pizarra era la puerta que no se sabia ni que color era por tanta tiza que yo usaba. Ahora mis estudiantes eran: la tabla de planchar, la plancha, el calentador, la pileta, la lavadora y todo lo que mi abuela tuviera en el “Laundry”. El vecino del lado era maestro y se pasaba diciéndole a mi abuela “esa nena va a ser maestra”. Pues el no estaba muy lejos de la realidad por que estudié para ser maestra y he enseñado en escuela intermedia, superior y a nivel universitario. Definitivamente que nací para ser maestra, es mi vocación, es lo que me apasiona, amo lo que hago, es lo que me mueve todos los días a levantarme y pensar que tengo una nueva oportunidad para tocar una vida. Aspiro a transformar el conocimiento de nuestra sociedad. Si queremos ver cambios tenemos que ser parte de ellos involucrándonos.

Te pregunto: ¿Qué te apasiona a ti?

Espero puedas comentar que te parece mi historia y me cuentes la tuya.

Te envio un abrazo…